21 de julio de 2010. Ya hace dos años que se fue mi Maestro.
Aún me imagino la imagen que nunca vi, pero que visita mi cabeza de tanto como
la he escuchado y pensado. Manolo baja a eso de las 9,30h de la noche a la
farmacia del barrio porque sentía una leve molestia en el pecho. Le dice al
dependiente, que era un buen amigo suyo, que se siente mareado. Se apaga. Se
cae al suelo. Se va.
A veces pienso que no fue mala forma de morir. Peor hubiese
sido estar postrado en una cama durante meses, con dolores, esperando que
llegase el día. Eso si que no lo hubieses soportado. Recuerdo cuando te dio el
infarto. Te operaron, pero no esperaste ni los días de reposo que te recomendó
el médico para seguir con tus clases.
Si hubieses visto, Manolo, que este año he estado dando
clases en la Facultad de Bellas Artes, donde tantos años estuvimos juntos en
tercero de Dibujo del Natural. Recuerdo cuando me decías que cuando tú
faltaras, no quedaría ninguna oveja negra si yo no conseguía entrar en la
Facultad. ¿Quién va a continuar con mis enseñanzas? Y yo te decía que no, que
las ovejas negras eran las otras, que nosotros éramos las blancas, y que tu
habías dejado tu sello en muchos de nosotros. Pero este año seguro que
hubiésemos hecho mucho más de lo que a mi me ha dado tiempo de hacer. Además,
ha sido un año muy agitado, y he visto a profesores y alumnos unidos por
primera vez para luchar contra lo que estaba pasando. He recordado cuando me
hablabas de la época de transición, cuando os encadenabais a las columnas y
dabas clases en la calle. Este año también he dado clases en la calle en señal de
protesta. Ya ves, la historia se repite, pero de otra forma. Cuando corríais
delante de los grises, y todas esas batallitas que tanto me escuchaba escuchar.
Cada vez encuentro a más exalumnos tuyos que me hablan
estupendamente de ti. De cómo cambiaste su visión del arte. De cómo influiste
en su pensamiento. De cómo les mostrabas otros caminos. Por eso todos te
llamábamos Maestro.
Pero aún me sigue sorprendiendo la cantidad de gente en la
que ha quedado un poco de ti. Realmente no te has ido. Como decía Epicuro,
cuando alguien muere, su alma se evapora como si de un perfume se tratase, pero
tú fuiste dejando parte de tu perfume en muchos de los que fuimos tus alumnos,
hasta que ya no te quedó más.
Sigo queriendo recopilar tus escritos, pero ya no tengo prisa.
He aprendido a esperar. Las cosas llegan justo cuando tienen que llegar. Sólo
hay que estar atento.
También recuerdo que te enamorabas como un niño. Y yo decía,
¿Cómo puede ser? ¿Este hombre tan mayor, y haciendo cosas de adolescente? Eras
un galán, un seductor y muy enamoradizo. Y lo peor era la cantidad de
pretendientas que tenías. Pero tú no te dabas cuenta de la mitad.
Sólo te diré una cosa, Maestro, ojalá hubiésemos descorchado
más botellas de vino.
En memoria de D. Manuel Álvarez Fijo
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