Cuando era muy pequeño y vivía en el pueblo me levantaba muy temprano, antes que se despertasen mis padres y mi hermano, e iba hacia la puerta del patio para ver si mi madre la había dejado abierta. A veces salía al patio a ver las hormigas, otras estaba cerrada y me dedicaba a mirar la lavadora, el frigorífico, el dibujo de las losas del suelo, la luz que asomaba por la cancela gris metalizada y las rejas de las grandes ventanas de la casa vieja. Como no había nada que hacer, a veces me quedaba dormido en el suelo, en un rincón de la cocina, hasta que mi madre se despertaba y me despertaba a mí también. Curiosamente me gustaba apoyar la cabeza sobre un clavo doblado que estaba en el suelo y que servía de tope a la puerta. Cuando llegaba mi madre recién levantada me abría yo salía a respirar aire fresco, caminaba por las irregularidades de su suelo y me sentaba en el escalón. Miraba al cielo, pero no soñaba. Después comenzaron los sueños. Soñé con hacer muchas cosas, cosas importantes y especiales, pero algunos de esos sueños se esfumaron como el humo de la chimenea. Pero ha ocurrido algo extraordinario, y es que yo no vi los sueños que no soñaba, los que estaban ocultos detrás de la lavadora, debajo del fregadero o en el pasillo de la casa vieja. Esos han resultado ser los sueños más importantes, sueños que se han hecho realidad y que ahora forman parte de mi vida. Para que esos sueños se sigan cumpliendo con la luz de cada mañana os deseo Felices Fiestas, y que seáis al menos la mitad de felices que soy yo, junto a mi Pareja, mi Padre, mi Madre y mi Hermano y junto a todos los amigos que me acompañan en este viaje. Felices Fiestas.
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