5/21/2013

El arte de las señoras de la 3ª edad, Ai Weiwei y La Estraza. EL CLUB EXPRESS, 20/mayo/2013, Antonio García Villarán.

Buenas Tardes


Una colaboración de Antonio García Villarán para ElClubExpress

“Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros”

Marcel Duchamp

Pues no. Resulta que no son los niños los más creativos en cuanto a arte se refiere. Resultan ser las señoras de edad avanzada, o de la tercera edad, tal y como se dice ahora. Y lo hacen con una técnica oriental, basada en los parámetros de la filosofía de Shivá; la destrucción como construcción, necesaria para la renovación y la creación de lo nuevo. Hace unos días saltaba la noticia de que una señora mayor tropezó delante de la instalación de Ai Weiwei compuesta por 96 jarrones de porcelana cuyo título es Ghost Gu Coming Down the Mountain -El fantasma Gu bajando la montaña- y se cayó encima de uno de ellos haciéndolo añicos. He podido leer en la prensa algunas declaraciones que dicen que “Han pasado 500.000 niños por ahí y no ha pasado nada”. Y es que estamos anulando la capacidad creativa de los más jóvenes con tanta alienación. Ya no digo nada de los que estamos completamente domados por el sistema. Nosotros, los adultos, somos muy respetuosos con todo. No tocamos nada por miedo a represalias, o por simple comodidad. Pero como hizo en su día la ya famosa “restauradora” Cecilia, una octogenaria que ha conseguido reabrir el debate mundial del arte con su intervención postmoderna en el Ecce Homo de Borja, otra señora ha conseguido participar en la obra de Ai Weiwei transformándola. Ya no son 96 sino 95 los jarrones que se exhiben en el Monasterio de la Cartuja. Ai Weiwei propuso al museo dos opciones; exhibir la instalación con la vasija dañada o hacerlo con ésta retirada. Indudablemente la obra ya es otra, y quizás deberían permitir poner el nombre de esta señora junto al de Ai Wei Wei como coautora. Esto no es nada nuevo. Una de las más conocidas y aplaudidas obras de Duchamp, El Gran Vidrio, está roto debido a un accidente ocurrido mientras era transportado para una exposición, y hoy día no lo concebimos sin el dibujo que producen sus bonitas y brillantes fisuras.



Los objetos estimulan, pero la verdadera magia sentimental crece en cada uno de nosotros


En última instancia es el espectador el que hace la obra de arte. Y no sólo hacemos obras de arte en nuestra mente, también creamos o nos creemos enamorados, o experimentamos toda clase de sentimientos que nada tienen que ver con los objetos o las personas con los que se asocian. Los objetos estimulan, pero la verdadera magia sentimental crece en cada uno de nosotros. Lo mismo ocurre cuando entras en uno de esos templos barrocos del Rock a pie de calle, como es el Bar La Estraza. Allí se dan cita personajes que parecen sacados directamente de la coctelera de Elvis Presley. Unido al mítico grupo sevillano Los Sentíos, este lugar parece un mosaico rococó de artistas de toda índole. Sus paredes están llenas de imágenes enmarcadas con cañas distintas que portan los retratos de personajes que aparentemente nada tienen que ver como nuestro estimado Chanquete, el poeta Miguel Hernández, el ladronzuelo cañí conocido como “El Lute” o la gran escultora Camile Claudel. Un millar de ojos nos miran mientras disfrutamos de buena música y empuñamos nuestra copa. Todo lo que encontramos en la Estraza nos sumerge en un ambiente retro y Rockabilly. Desde la tapicería de leopardo de sus banquetas altas a las distintas tipografías de las muchas pizarras que decoran el local; desde los toneles pintados o el peculiar forrado de páginas de revistas porno de la segunda mitad del siglo XX de los servicios hasta la estética de cocineros, camareras y clientes. Tiene la Estraza una parte baja y una alta, como en los cuadros del Museo de Bellas Artes donde se representa abajo la tierra y encima el cielo. Pensé por un momento que en la parte de abajo están los retratos de los personajes más mundanos, y en la de arriba los artistas que han aportado algo importante al mundo, aunque analizando bien el entorno y tras observar un magnífico cartel de El jinete pálido de Clint Eastwood a mi espalda, compruebo entre sorbo y sorbo de café que este lugar es un reflejo social del momento actual, donde todo se confunde en una suerte de capricho travieso que nos acerca de igual modo la figura de Francis Bacon a la de “El Fari” de una manera natural. Todo un mundo lleno de ocurrencias divertidas como las que se leen en las múltiples pizarras esparcidas por las paredes del lugar donde podemos salivar con tapas como “Chorizito Criollo In Hell”, “Costillitas al Jack Daniels” o “Panes a la Jabata” entre otras muchas. No estaría mal poder invitar a un café a Cecilia y su nueva compatriota, a Ai Weiwei y a Duchamp para hablar de lo divino y lo humano. Seguro que nos daban las tantas y acabábamos de copas a las tantas de la mañana.


Antonio García Villarán

Sevilla, mayo 2013

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