3/07/2009

Leopoldo María Panero y el Cangrejo Pistolero; tres días coca-cola y dos babas

Panero me insistía en que quería grabar un anuncio de Coca-Cola. Yo le respondí que si ya había hablado con los responsables de la marca. Su respuesta fue decisiva. -No.

Hace ya dos semanas que terminó el II Festival Internacional de Perfopoesía de Sevilla. Hace dos semanas que retomamos Las Noches del Cangrejo y hace dos días que comentaba con Chivi todo lo que viví con Panero.
Empecemos por el final.
Tomando unos vinos antes de entrar en la noche 74 del ciclo de poetas en el Perro Andaluz, y comentábamos que una persona que escribiese tan bien, no podía estar loco. Bingo. Lo que ocurre es que Panero no está loco, y os lo voy a demostrar.

Empezando porque Leopoldo sólo duerme en el Psiquiátrico de Las Palmas, tiene este poeta unas peculiares manías acentuadas quizás por la imagen que da su propia imagen. Durante casi toda su vida se ha estado alimentando la visión esquizofrénica y maniática de Leopoldo María Panero, aunque también ha quedado suficientemente demostranda su enorme lucidez.

Antonio G. Villarán, Leopoldo María Panero y Jesús Vega Santos en la Alameda de Hércules, Sevilla.

Uno de los síntomas de la supuesta locura del poeta es, pongámonos mitómanos, la baba. Por ejemplo; en los tres días que estuve con Panero, únicamente lo vi babear dos veces, y las dos ocurrieron encima de un escenario.
La primera fué en FNAC Sevilla, cuando se subió sin previo aviso demostrando su afán de protagonismo y sus ganas por participar y recitar. Se trataba de un acto en el que presentábamos la antología de "Las Noches del Cangrejo. Poetas en Platea", en la cual Panero no estaba incluido. Aún así me llamó y me dijo que si podía venir.
-Claro que si, Leopoldo, te esperamos en la segunda planta.
Llegó con su acompañante Félix Caballero (del que ya hablé en el anterior artículo) y se sentó en la primera fila. Un minuto más tarde estaba interrumpiendo el acto para pedirme -muy educadamente- que si podía subir al escenario con nosotros.
- Claro Leopoldo, una silla, por favor.
Y allí se quedó. Se rascó los güebos por debajo del pantalón, se quitó los zapatos y acabó pidiendo un libro suyo para recitar.


Como ya dije antes, esa fué la primera vez que vi un hilillo de baba en los labios de Panero. Me hizo pensar que era pose, que realmente le estaba dando al público lo que esperaba, el dramatismo que sólo un puede dar la baba del loco. Y pensé esto porque ya había pasado tiempo con Panero y me había recitado de memoria varios poemas, y articulaba las palabras como nadie, y le daba una cadencia perfecta y un ritmo que sólo él podía dar a sus propios poemas.

La segunda vez que vi la baba de Panero fue el sábado cuando se subió al escenario de la carpa principal de La Revuelta Sureña, y después de hablar libremente sobre lo que quiso, recitó un poema. Otra vez ocurrió. Y repito, incluso estuve con él 7 horas seguidas esa misma mañana, fuimos a El Corte Inglés a compara calcetines y calzoncillos para él, estuvimos en varias terrazas cocacoleándonos (bueno, sólo él) e incluso pasamos por una librería. En todo este tiempo tuve la sensación de estar con un abuelo que requería cuidados especiales. Aunque no más especiales que los que requiere cualquier abuelo común. Panero es un hombre mayor, que no hace gimnasia y que está atiborrado a pastillas. Yo mismo tuve que medicarlo el sábado, ya que Félix Caballero quería irse a Las Palmas y dejarlo sólo en Sevilla. Pero Panero lleva toda su vida tomando esas pastillas y es rutina para él.

Otra de las curiosas anécdotas fué que se cambió de calzoncillos en la carpa. Quería hacerlo delante de todos, y es que a Panero ya se la suda la gente. No es que esté loco. Panero caga con la puerta del servicio abierta y mea en la calle si le entran ganas. Panero levanta el puño cuando le hacen fotos. Panero no para de preguntar por los periodístas -los ama-. Panero fuma compulsivamente y toma coca-colas para después vomitarlas. Panero quiere vivir 400 años, que me lo ha dicho a mí. Panero dice que está gordo de tragar cadáveres, dice que el Rey está enamorado de él físicamente, y que le ha dado la mano de incógnito. Panero escribe como nadie.
Panero no es pose, pero en mi opinión creo que exagera su propia caricatura para dar al público la imagen que busca, la del genial loco imprevisible que es capaz de mandarnos a tomar por-culo o que puede recitar un verso de Poe con baba en los labios.

4 comentarios:

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Me gusta el artículo. Respeto las enfermedades mentales (conozco alguna), a los viejos y las viejas (tengo una especial que requiere especiales cuidados) y la poesía que jamás puedo recitar de memoria. Tolero babas propias y ajenas con más frecuencia de la que deseo y, desde luego, me da la sensación de que conoces y quieres a Panero. Arriesgada y bella visión la tuya.
Un abrazo.
Izaskun

Anónimo dijo...

Nuestras sociedades, parecen rechazar cada vez más el deterioro inevitable de la edad. Hacerse mayor no es ningún pecado, es un simple signo de vida.
Por otro lado, LMP es un genio, y como tal se puede permitir el lujo de hacer excentricidades. Máximo si además contamos con la vida (muy intensa) que ha tenido que llevar.
Se me erizan los pelos, sólo de pensar en que sería capaz de hacer Salvador Dalí en nuestros días.
Un artículo muy lúcido.

Saludos.

Anónimo dijo...

Rage against the machinart dijo:

una cosa es el poeta y otra cosa es la enfermedad mental

no confundamos terminos

ni todo enfermo mental es poeta ni todo poeta es enfermo mental

panero abuso mucho de la drogaina variada y eso es fatal pal cuadro de esquizofrenia

panero es un gran poeta pero
no porque tenga una enfermedad mental

cuidadín con eso

la enfermedad es otra cosa y grave, muy grave -desafortunadamente-

amos, que si lord byron no hubiera sido cojo habría escrito el don juan de todas formas

Sex Shop dijo...

Muy buenooooo!!!!!!!!!

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